Presentismo: ¿por qué tu compañero sale siempre el último?

¿Quién no tiene un compañero que siempre sale el último de la oficina, como si sobre él recayera la responsabilidad de echar la llave, encender la alarma y apagar la luz? Son los típicos que de vez en cuando resoplan, dando señales de un aparente agobio que les lleva a intentar demostrar su incapacidad para sacar adelante el trabajo dentro del horario establecido por la empresa. Pero quizá simplemente sea eso, el peso del presentismo, una falsa apariencia que cada vez engaña a menos gente.

“Calientasillas” no es un término aceptado por la RAE, aunque se refiere a aquellos trabajadores que no se marchan a casa hasta que lo hace el jefe, pese a pasar largos ratos de su jornada laboral navegando por Internet, cotilleando en las redes sociales, atendiendo asuntos personales, siendo víctimas voluntarias de esos ladrones de tiempo efectivo que, de aprovecharlo, no les obligaría a seguir frente al ordenador tras el sonido de la campana.

Suelen tener contratos estables, indefinidos y a tiempo completo; ocupar mandos intermedios; y trabajar en empresas grandes, con sistemas menos evolucionados desde la óptica de los Recursos Humanos. Proliferan los hombres, partidarios de una cultura empresarial que les hace pensar, erróneamente, que cuanto más tiempo permanezcan con sus traseros sobre sus sillas, mejor les irá.

Coste del presentismo

Y decimos erróneamente porque, según algunos estudios, el coste del presentismo oscila entre los 1.100 y los 3.300 millones de euros al año en las empresas españolas. En este sentido, de los datos de Adecco se desprende que el 30,8% de las empresas identifica este tipo de prácticas, entre las que destaca el tabaquismo, el uso excesivo y para fines personales de las redes sociales, la prolongación innecesaria de descansos, los cafés con sus consecuentes chácharas interminables…

Otros informes señalan que, de media semanal, en España se trabaja entre 3 y 5 horas más que en nuestros países vecinos europeos más avanzados; lo que no significa que seamos menos competitivos, sino que malgastamos mucho tiempo en acciones personales en el puesto de trabajo, que nos hacen ser menos eficientes y perder tiempo para el desenganche laboral y el descanso.

José Luis Casero, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), discrepa con que haya un perfil determinado y afirma que, por regla general, son siempre los mismos los que, día tras día y sin razón, trabajan más horas de las estipuladas,

“Todos en algún momento hemos podido cometer ese error a lo largo de nuestra vida laboral. Cuando esa situación se consolida en una organización, hay consecuencias negativas para el propio sujeto, para los compañeros y para la empresa. Como empresario, me preocuparía que la gente que trabaja conmigo esté en su puesto de trabajo más allá de su horario laboral. Hay que informarse sobre el porqué y actuar en consecuencia”, añade Casero.

En cuanto al tamaño de las empresas que suelen sufrir este virus, el presidente de ARHOE señala ciertas contradicciones, derivadas de que una gran organización permite que se generen escenarios en los que porcentualmente existan situaciones de absentismo mental cuando se está en el puesto laboral, al amparo precisamente de una mayor “facilidad de anonimato”.

Pero, por el contrario, agrega que en empresas pequeñas el presentista se hace más visible al poner en valor su compromiso de tiempo, olvidando que en las compañías actuales lo que se valora realmente no es la estancia del trabajador, sino su talento y el cumplimiento de objetivos que favorezcan la innovación y competitividad de la organización.

Cómo combatir el presentismo

Sea como fuere, para detectar a esas personas que exceden sus horarios, dedicándose durante buena parte de la jornada a temas que nada tienen que ver con su trabajo, Javier Blasco, director del Adecco Group Institute, propone implantar medidas como la elaboración de normas de acceso y uso del correo electrónico, Internet, redes sociales, reglas sobre duración de reuniones, etc.

Casero, por su parte, sugiere establecer ciertas restricciones a la utilización de Internet y del correo electrónico, reducir el horario del almuerzo a 45 minutos o poner en marcha planes de “luces apagadas”, entre otras medidas.

Más allá de su abultado coste económico, el presentismo lleva aparejados perjuicios en el clima laboral, cuya cuantía puede multiplicar esa factura, ya que este tipo de comportamientos a veces se promocionan entre los compañeros, con un efecto demoledor sobre el resto de la plantilla.

Presentismo frente a cumplimiento de objetivos

Pero como en la mayor parte de las empresas existen pocas herramientas para medir el rendimiento, las compañías terminan agarrándose a lo único que tienen: la presencia física, aunque Casero cree que también pueden acompañarla de una política de cumplimiento de objetivos.

Asimismo, Casero se hace eco de un estudio de Fellowes, según el cual el 62% de los trabajadores españoles va a trabajar cuando su rendimiento se ve afectado negativamente por problemas de salud relacionados con el propio trabajo. Es decir, “cuando los empleados van a trabajar enfermos están contribuyendo, sin duda, a un presentismo laboral”, puntualiza.

Efectos del control horario

Una de las medidas para echar un jarro de agua fría sobre los “calientasillas” es el control de entrada y salida al lugar de trabajo, según el 58,1% de las empresas encuestadas por Adecco.

Blasco considera que la vigilancia de los horarios seguramente tenga un efecto positivo sobre el presentismo, puesto que aunque a priori choque con la tendencia a la flexibilidad y una relación laboral basada en la confianza entre empresa y trabajador, centrándonos en el perfil del presentista, “parece que un control de ausencias (no solo entrada y salida) ayudará a reconducir la situación”, sostiene.

El presidente de ARHOE insiste en que una mayor flexibilidad y racionalización horaria puede ayudar a reducir considerablemente el ratio del presentismo y del propio absentismo laboral. De hecho, las empresas que lo aplican incrementan su productividad en casi un 19 % y rebajan el absentismo laboral en un 25 %, aproximadamente.

Finalmente, Casero advierte sobre las nefastas consecuencias de no ser capaces entre todos (Gobierno, empresas y agentes sociales) de establecer unas bases reales en las que se respeten los derechos de los trabajadores y de amparar situaciones de abuso de horas extraordinarias.

“Queremos creer que el registro de jornada que se ha puesto en funcionamiento no debe interferir en esos dos ejes básicos. Si lo hace, deberá cambiarse la norma para que sea más acorde con las realidades, tanto empresariales como de los trabajadores”, sentencia.